Si me preguntan cómo me imagino los primeros cincuenta años, les diré que los pienso como la montaña que dibuja un niño sin saber que hace la curva normal de la estadística, la que sube de un lado y baja del otro.
En ella, el medio siglo representa la cumbre, pero también el momento en que aquello que teníamos que hacer por obligación, se termina. Por favor, no me malinterpretes: no significa dejar de “avanzar” o “crecer”, sino que en términos de la vida (aunque tuviéramos la enorme fortuna de llegar a los cien), ya pasamos de la mitad y ahora inauguramos otro tipo de relación con ella: un forzoso, pero normal e irremediable sendero cuesta abajo.
Insisto, este hecho no es una calificación a priori: la cuesta abajo puede ser divertida, estresante, nerviosa, enfermiza, saturada, solitaria, familiar, amorosa, pasional, veloz, o incluso lenta, muy lenta… Y ésa es justo la pregunta que te comparto: ¿cómo quieres que sea tu trayecto?
Diría que hay que evitar ir muy cargado, que hay que soltar lastre y dejarse deslizar por el tobogán, de vez en cuando sosteniendo el barandal con la mano, o frenando con los pies, siempre consciente de que si es lenta o rápida; larga o muy corta, es solo una bajada y, al fin y al cabo, todos la transitaremos.
Una vez entendido que esto un tema de actitud, sugiero aprovechar este trance para compartir lo que aprendimos, sobre todo con los más jóvenes, los que nos quieran escuchar. También recordar que lo hecho, hecho está, y procurar que lo nuevo sirva a alguien más que a ti y a tu familia; por supuesto, evitar perjudicar, y si posible, dar más de lo que recibes.
Aprovechar para ser, para cultivarnos y aprender: dejar de flagelarnos con que no hemos hecho suficiente; más bien, pensar que desde este instante, todo lo que hagamos es un aporte adicional, una entrega desinteresada a quien la quiera tomar. Y finalmente sugerir que no, no nos afanemos en construir un mundo nuevo si los demás no están listos para él: creo importante recordarte que tenemos un metro cuadrado en el cual trabajar. Por las modificaciones trascendentales no te preocupes, de esas se encarga el viejo Cronos.