![Captura de Pantalla 2023-12-02 a la(s) 18.06.11 Captura de Pantalla 2023-12-02 a la(s) 18.06.11](https://andaryego.com/wp-content/uploads/2023/12/Captura-de-Pantalla-2023-12-02-a-las-18.06.11-1024x585.png)
Para el buen Carlos, que a sus 47 gatos debe tener mejores observaciones que las mías
Sí, al final me gustan los gatos: no tienen que rendir cuentas o ser responsables de alguien más, progresan a su ritmo, hacen lo que les viene en gana; comen o no, descansan a su manera, en el lugar que encuentran. Se sueñan indomables.
Siempre pensé que me gustaban más los perros, pero en el fondo admiro más a los gatos. Siempre solos, dueños del barrio, tránsfugas de casas que orinan donde quieren y especialistas en parcour que trepan paredes mofándose de la propiedad privada, esquivos de gestos inciertos; independientes hasta que les ponen un cascabel para domar su naturaleza. Misteriosos, como el de Cheshire y valientes como el Marqués de Carabás.
Los perros, en cambio, son arribistas, convenencieros y temerosos del humano, que les ha convertido en bufones a su medida: saltan, muestran la pata, se echan, comen croquetas, dependen, viven en jaulas de oro y mueven la cola por un pedazo de cuero duro. Sí, los gatos urbanos también, es cierto, pero no es culpa de la especie sino de congéneres timoratos: se humanizan, se hacen gregarios por acto social como nosotros, que necesitamos ofrecer tributo a nuestra marabunta.
Visto de ese modo, soy más gato que perro, pero –¡Oh, contradicciones de la vida!– odio a los gatos. Por independientes e indiferentes: o sea, por ser como yo. Yo personaje, yo real, yo experiencia y ficción. Cierto, cierto, antes tuve mi vida de perro: social, convenenciero, adulador, entregado, fiel.
Por supuesto que ser gato debe tener sus desaveniencias: eres de pocos amigos, no tienes una pareja y cuando lo haces, es por corto tiempo y más por animalidad que por humanidad; bueno o malo, eres críptico y decides al último momento, porque siempre hay una salida: un árbol por donde escapar, una ventana que saltar, o un trozo que ponerte bajo el diente. Te encanta vivir en distintos ambientes, pero también eres cómodo y monótono.
¿Son los gatos felices? No sé. Seguro son multipolares: hacen amigos hoy y los dejan el día siguiente; otro día están solos y alejados, en la corniza más aislada e intrépida; en otra ocasión los encuentras recorriendo un nuevo barrio, husmeando nuevos rumbos. Como escapistas que son, se aburren de todo. Como yo. A veces me pregunto si no tendré más instintos felinos que humanos.
Lo que ignoro por completo es cómo será un gato viejo: ¿más o menos gregario? ¿más o menos temeroso? Me imagino que menos flexible: cual vil humano, el día que no pueda saltar más y lo acorralen tres perros fue, perdió, kaput… pero bueno, lo de llegar a viejo es ineludible, hasta en los felinos que, por más vidas que tengan, no pasan de siete.
¿Los gatos eligen dónde morir? ¿Reencarnaré en gato?
Más
Bastet era la diosa egipcia con cabeza de gato, o de felino, en todo caso. Se dice que los gatos fueron domesticados hace unos 10 mil años, pero en realidad adoptados en casas hace unos 2500. Aquí podrás encontrar una buena referencia histórica y mitológica del antiguo Egipto.
La foto
¿Quién no recuerda al Marqués de Carabás, que con la ayuda de un joven y desposeído humano consiguió derrotar a un ogro, para después convertirse en un cuento de niños? (Se valen las interpretaciones tergiversadas cuando se escriben animalidades). El Gato con Botas es un clásico de nuestra infancia, sin duda.
diciembre 3, 2023 @ 8:27 pm
muy bueno
diciembre 3, 2023 @ 10:49 am
Muy bueno, vida de gato independiente, vivir sin restricciones, entre felino salvaje y doméstico