Enfermedades de nuestro tiempo y tratamiento prescrito
Como resultado de la amplia observación y gracias a las peticiones del honorable, dedicamos un espacio dentro del Andaryego para describir tres enfermedades contemporáneas relacionadas con las redes sociales y el ritmo de vida actual. Hacemos de tu conocimiento que este estudio es generalizado, no obstante es posible que te sientas identificado con alguna de ellas, en cuyo caso te sugerimos acercarte a un profesional que te auxilie. Recuerda que en la medida que transitamos hacia el futuro, corres más riesgos.
Banalitis aguda
Esta se manifiesta en humanos cuya ingesta de dinero, azúcar y marcas provenientes de la mercadotecnia desmedida es entre alta y altísima. Se considera incluso que puede llegar a ser tan frecuente y descontrolada que puede llevar a la adicción, en cuyo caso la cura es aún más compleja. Si bien se ha detectado con mayor frecuencia en el rango juvenil (19-28), se ha descubierto que puede ser hereditaria, manifestándose desde los cinco o seis años, y con frecuencia se prolonga hasta la muerte. En las redes sociales, se manifesta por la sed impostergable de likes, en el seguimiento compulsivo de marcas de moda y la compra innecesaria de artículos “de moda”, así como el consumo aguzado de “trendig topics”. Un estudio reciente la relaciona con la fijación hacia TikTok: en grados iniciales, el paciente pasa horas consumiéndolos y en los más críticos, pasa horas encerrado(a) haciendo videos con el culo al aire o alguna parte del cuerpo susceptible de llamar la atención. En las calles se les encuentra enfrascados en los teléfonos, haciéndose fotografías con fondos “de moda” o con marcas famosas.
Aunque hay casos de personas que han conseguido superar esta enfermedad y se sabe que el celular es una de sus causas centrales, también se ha descubierto que encuentran la autojustificación diciendo que trabajan como gestores comunitarios (community managers) o influenciadores sociales, con lo que se vuelve prácticamente imposible aislarlos del medio del mal. A veces hablan con sus mascotas.
Fundamentalismo crónico
No necesariamente derivado o relacionado con la Banalitis. De hecho, aunque se encuentran rasgos en común, se ha descubierto en humanos de más de quince años y su origen se deduce del consumo excesivo de un solo tipo de información (religiosa, televisiva, de redes sociales, y hasta libros). A diferencia de la banalitis, que centra su atención en el hedonismo y las cosas mundanas, su componente de adicción, es monotemático-intelectual, o pseudo intelectual. Se han hallado casos de marxismo, protestantismo, catolicismo, antropismo, izquierdismo, fascismo, comunismo, foxismo, calderonismo, pejismo, y así, con una innumerable serie de variantes nacionales, regionales, municipales e incluso familiares. En suma, consiste en el excesivo consumo de un tema, sin miradas alternas. Al igual que la banalitis, su fase más álgida causa ceguera y sordera crónicas, que se pueden llevar hasta el fallecimiento.
Son mínimos los casos de pacientes que han logrado superar el fundamentalismo crónico. Una de sus variantes es el radicalismo fundamentado.
Criticismo pseudosociológico
También conocida como “Contrerismo social“, esta enfermedad es menos común, aunque persistente y en aumento constante. Se encuentra con mayor frecuencia en humanos con un alto consumo de literatura “social” no profesional (antropólogos con formación de mercadólogo, comunicadores con nivel de estudio medio-básico, posgraduados de escuelas de tipo Anas platyrhynchos domesticus [N. de la R. : “pato común”], pero también en profesionales con formación académica formal. Suelen leer más de un libro al mes y alegan estar más conectados con su sociedad que los fundamentalistas o los banalíticos, aunque con frecuencia viven –debido al alto nivel de sociopatía que presentan– encerrados en oficinas o cubículos, desde donde dirigen sus dardos y análisis de sociedades que normalmente solo estudian desde sus escritorios. Una variable de este tipo de paciente, en peligroso crecimiento, es el llamado “opinólogo de las redes”, que alega siempre saber del tema de actualidad y lo discute sin grandes argumentos, dejándolo por otro en el momento que surge uno nuevo.
El abuso del Criticismo pseudo-sociológico puede derivar inicialmente en un fundamentalismo atenuado, pero después en uno crónico. Se sabe de casos de intelectuales orgánicos cuya enfermedad los ha llevado a tipologías de banalismo cretino.
En suma
Como el lector seguramente aprecia, estos males no son exclusivos de nuestra época, sin embargo, se han recrudecido con el efecto “cocooning” señalado desde los años 90 (la propensión a refugiarse en casa por desinterés de contacto humano y del funcionamiento social). El periodo llamado “de pandemia” recrudeció esta situación al forzar el enclaustramiento y reforzar teorías del miedo hacia “el otro” social.
Aunque casos aislados de las citadas enfermedades se conocen desde los años 1970 o incluso antes con el surgimiento de los medios de comunicación, es claro que su principal articulador y reforzador ha sido el uso y abuso de la computadora: primero a través del protocolo llamado “Internet” en los años ochenta y noventa, pero luego recrudecido por el altísimo consumo de las redes sociales, que no solo facilitan la estadía en casa, sino que refuerzan patrones culturales, al hacer que los usuarios (los consumidores adictos, en particular) piensen que su red social –formada por individuos de intereses y condiciones económicas e intelectuales similares– es la poseedora de la razón absoluta y una muestra del mundo “exterior”, lo que lleva a una fuerte polarización social.
El todo se ve impactado a la alza con la presencia de los llamados “influenciadores sociales” que repiten hasta el hartazgo los mismos mensajes.
¿Cómo curar estas enfermedades?
Las fórmulas detectadas hasta ahora se relacionan con mecanismos de reinterpretación de la realidad: Estos consisten en la dosificación paulatina de información diversa y opuesta a la que consume el paciente. Esto debe hacerse SIEMPRE con la supervisión de un profesional, pues si los cambios son demasiado bruscos (por ejemplo ofrecer Marx a un fundamentalista del mercado, Kissinger a un comunista, u Osho a un sociólogo), lleva a resultados completamente adversos, que solo aceleran el regreso al punto de partida, que resulta a veces en una cerrazón absoluta a cualquier tratamiento posterior.
Un factor importante a controlar es la gratificación generada por el nuevo producto: éste debe sustituir la dopamina virtual (proveniente por las redes sociales), por dopamina natural y orgánica, que se puede obtener fácilmente de las dosis de realidad (caminatas, deporte al aire libre, la emoción de un libro).
Se debe también limitar la ingesta de drogas químicas (prozac y otros naoantidepresivos) e incluso naturales (café, chocolate, alcohol, marihuana u hongos), pues se corre el riesgo de llevar al paciente hacia un círculo más cerrado que el original.
Recuerda que si sientes que ya no te funciona la cabecita, seguramente tienes indicios de una enfermedad de nuestro tiempo. No lo dejes para el futuro, porque después, ya nada es igual.
Este fue un mensaje de aporte de la comunidad de Andaryego.