Siempre pensé que iba a ser un cuento o relato muy apreciado, pero como sucede con muchas de las cosas que uno escribe (o con los hijos), uno pone las esperanzas en ellos/ellas y termina siendo el honorable quien las califica.
Esta historia, después de unos dos o tres años viviendo en Sudamérica, se me ocurrió para señalar a algunos personajes que andan por nuestro continente: la cooperación internacional, el voluntario, el político y el elefante blanco.
Pero parece que no. No lo comprendieron, no les causó gracia o era demasiado evidente. A mí me gustaba, por eso lo recuerdo de vez en cuando.
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El contexto: Tal vez uno de los últimos cuentos de mi primer temporada. Entre los años noventa y tantos y la primera mitad del siglo XXI, me gustaba mucho el género, pero con la entrada al mundo laboral “profesional”, los fui dejando de lado para hacer más ensayo. Aunque he vuelto con un par de malos cuentos, pienso volver.
La foto: como buen ejemplo de Elefante Blanco, éste edificio se planeó en 1923 durante el gobierno de Perón para ser un enorme hospital, pero una vez que lo sacaron del mando, se quedó abandonado y luego fue ocupado por paracaidistas (nota). ¿Qué será de él? Habrá que preguntarlo a los amigos argentinos.