“Nací en La Paz”, leyó. Se apresuró a responder, cierto de que la idea le encantaba. “Cruzar de nuevo el Golfo de Cortés estaría bueno. Pasar unos días en la playa, con una chica linda, conociéndonos con fondo de mar azul…”
“Yo en Guadalajara, pero me encanta la Baja. Hace como dos años estuve en Los Cabos, en Cabo Pulmo y en un pueblito de nombre raro que ni recuerdo: la Gloria, El Triunfo, algo así. Tenía una chimenea como de barco trasatlántico: alta, larga, casi que tocaba el cielo”.
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¿Qué le pasó al amor en la pandemia? O más bien: ¿Qué le pasó a los solteros en la pandemia? Muchos dejaron de pescar y tuvieron que buscar vías alternas. Lo que ya veíamos venir, el crecimiento exponencial de sitios de citas, fue un claro resultado.De acuerdo con un estudio de la Universidad de Arizona, en Estados Unidos, el país de las estadísticas, 3 de cada 10 personas han entrado a sitios de citas, mientras que 12% han conseguido una pareja en ellos. De acuerdo con otro estudio, Tinder tuvo 12% más Swipes (señales de cita y contacto) y 42% más de matches, o “parejas que se encuentran”, y 2020 fue su año más ocupado.
En este último estudio, interesantísimo, por cierto, se muestra que así como hubo un incremento en el número de usuarios, no fue así con los contactos: de hecho, las mismas plataformas buscaron limitar los encuentros invitando a los usuarios a ser más cuidadosos y no ir por todo a la primera, y también recordaron que había que lavarse las manitas con agua y con jabón antes de conocer al amor de tu vida. De hecho, hasta tuvieron el interés de fomentar más el estilo “pen pal” (haz cuates por el mundo, aunque nunca los vayas a conocer personalmente)… cosa que no entendió nuestro personaje del cuento.
Fotos: La de portada y única en el sitio web es acerca de una pesca doble: ¿quién pesca a quién? En el blog hay otra de un hombre pescando. Sinceramente fue muy al ahí se va o “Random” , como dirían los chicos de hoy.
Sobre el cuento: Escrito inicialmente en Mazatlán y terminado en Toluca. El cierre de hizo en la biblioteca del parque Urawa, a donde llegué a sentarme y vivir –como hace tiempo no lo hacía– en una banca de biblioteca, donde hay fichas bibliográficas, estantes y estas cosas mágicas que usábamos antes.