Si pensáramos en Ali-Babá y los 40 ladrones, “el último de los 40” sería el ladrón número 40, ¿no es cierto? Los números, mal explicados, suelen llevarnos a desastres estadísticos o a usos injustos de la matemática. Yo, de lo que quiero hablar, es de cómo llego al último año de la década de los 40 (es decir, a los 49), y lo que viene en términos de escritura. ¡Acompáñame!
Contexto
Los números siempre me han parecido subjetivos como las letras. Uno tiene que darles un contexto y una buena explicación, porque por sí mismos, también tienen valores múltiples. Decía mi buen amigo y maestro Etienne que esa era la magia de la estadística: “Si te invito a la pollería y pedimos un pollo, pero me lo como yo, en promedio nos habremos comido medio pollo, pero en la realidad yo estaré muy satisfecho y tú, bastante hambriento”. Buen punto.
Yo llego al inicio de mis cuarenta y nueve años con bastantes ánimos. Con una maleta cargada de historias y cada vez más cerca de mi promesa personal de dedicar más tiempo a las letras. He sido, como lo mencionó mi hermana en su misiva cumpleañera, un tipo con mucha suerte y ánimos de viaje que hoy, se transforman en aprendizajes. Tengo muchas ganas de contar para los de la burbuja chiquita, los de la vida segura que prefirieron quedarse en casa, sin ofensas. Les voy a hablar (en primera, segunda o tercera persona), de lo que viví, de lo que no verán, y de lo que no veremos pero sucederá… ¿Cómo? Sí, este año 49, nacerán públicamente (porque varias cosas están ya escritas), los “Futuros históricos”.
¿Futuros históricos?
Sí, una recopilación de historias reales llevadas al futuro que estamos viviendo. De algún modo, como la estructura gramatical del chino: la acción (el verbo) se mantiene, pero el adverbio cambia el tiempo verbal y cronológico. Ejemplo:
“Comer + hoy = como”
“Comer + ayer = comí”
“Comer + mañana = comeré”
Lo que me propongo hacer es un análisis del futuro histórico. Ninguna mentira, ninguna ficción: mera observación y extrapolación de una realidad actual, pasada por el tamiz del estudio del pasado. Dicho de otra forma, pretendo hacer lo que muchos investigadores: mirar a mi alrededor y proponer una serie de escenarios.
¿Imposible? Va un ejemplo: siempre quise escribir; de hecho, de joven veinteañero lo hice, pero la mayor parte de los textos fueron personales y se quedaron guardados… Hace unos 5 años publiqué mi primer libro, aunque hace más de 16 que llevo mi blog. Bajo esas condiciones, ¿cuál sería uno de los escenarios de futuro para mí? Efectivamente, ser escritor. De hecho, tal vez es el que tiene la probabilidad estadística más alta, si analizamos mi uso del tiempo en los últimos diez años, o meses pasados.
Así se crean los futuros históricos: 1) observando el pasado con curiosidad y rigor científico; 2) mirando con mucho detalle el presente, en particular lo que llamaremos el “largo presente” o “época contemporánea”, que va de la juventud madura a la pre-demencia senil, y; 3) a partir de estas dos poderosas herramientas, ensamblando una visión extrapolada –no miedosa, alevosa, o inventada, sino imaginativa– del futuro.
¿Qué más vemos en ese futuro histórico, siguiendo el ejemplo? 1) lo más o menos obvio: si era escritor, lo más probable es que continúe haciéndolo; si se murió, podríamos afirmar que “habría sido un buen escritor”; 2) si continúa haciéndolo, y dado que los humanos solemos ver en opuestos –blanco y negro; famoso o fracasado; bueno y malo– podremos aventurar si es famoso o no, y; 3) intuir si seguirá haciéndolo. Tenemos altas posibilidades de que así sea, pero usaremos una larga cantidad de adjetivos que sutilmente nos permitirán no arriesgarlo todo. Por ejemplo: “será famoso en su colonia, o en el grupo de escritores de su escuela”, o “será bueno para los ensayos”. En todo caso, la previsión de futuro estará hecha.
¿Serán realistas las previsiones?
Si tenemos un alto poder de observación, rigor académico mezclado con intuición y los sentidos muy alertas, lo creo posible. El buen Bruno Latour diría que entre más referencias tengamos, más precisión alcanzaremos.
Es, por ejemplo, imposible negar que el cambio climático afectará al mundo y que vienen situaciones extremas, o que la diabetes continuará siendo uno de los problemas de salud más grandes de México en los próximos veinte años. Lo que sigue, para futurizar bien, es leer, aprender, observar y seguir informaciones que ayuden a imaginarse lo que pueda suceder… Si agregamos algo de imaginación o habilidad para la crónica, algo deberá salir.
Por supuesto, atinarle al año correcto es más complejo: el agua potable se va a acabar para los humanos de las ciudades, sí, pero no sabemos cuándo. Aunque cada vez haya más investigadores que advierten su proximidad, ninguno ha sido tan preciso.
El gráfico anterior dice que estamos, en términos de la futurología y el cine, entre Blade Runner y Soylent Green. Aunque hay visos, tampoco estamos ahí, lo que demuestra que buena parte de los directores fallan por amplios rangos de tiempo. Kubrick, Orwell o Bradbury son los menos certeros, pero no los más errados analíticamente.
Como no quiero entrar en la futurología (la adivinación), intentaré quedarme en una visión del futuro desde el presente y el pasado, no como lo han hecho por ejemplo George Lucas con sus Guerras de las Galaxias, o Gene RoddenBerry con Star Trek, que imaginaron el futuro desde una visión tecnológica, es decir, desde gadgets mejorados que reconformarían el mundo, sin imaginarse si esto podría sostenerse o soportarse socialmente.
En ese sentido, Riddley Scott (Blade Runner) me parecería mil veces mejor sociólogo que James Cameron con su Terminator, del mismo modo que describiría a Mike Judge (Idiocracy) como excelente analista del futuro, aunque no como futurólogo.
Fin del soliloquio
Pero sea, vayamos de vuelta a la idea central de los Futuros Históricos, ahora sí con mayúscula, como dando el banderazo de salida: lo que se leerá en los textos por llegar será una extrapolación de la vida presente sin más exageraciones que las posibles; sin más paranoia que la vivida, y sin más personajes que los que ya existen y están (al menos hoy), vivos.
Pongamos el subtítulo de “Resultados de la mente viajera, académica e imaginativa de un personaje que un día se quiso escritor” y vayamos en ese camino. Advierto (o me advierto) que evitaré posicionarme en un tiempo demasiado lejano o fuera de mi espacio del conocimiento.
Me he dicho en varias ocasiones que “vengo del futuro”: no porque haya viajado en el tiempo, sino porque éste –o más bien la tecnología, las reflexiones, la investigación y los movimientos sociales, no suceden de manera paralela y continua: cada sociedad los vive a su modo y época.
Más aún: inclusive al interior de una sociedad, se viven de diferente forma: ciertos grupos viven más a la “Mad Max”, otros más a la “Naranja Mecánica” o a la “Supersónicos”, mientras otros viven casi en la Revolución Industrial, la Primavera Egipcia o, de plano, tiempos feudales.
Como dijimos al inicio: hay múltiples burbujas en el mundo.
El hecho es que si este mundo fuese todo crónico (vs anacrónico), y homogéneo (vs heterogéneo), estaríamos más cerca del 1984 de Orwell, que de Children of Men de Cuarón, pero de hecho, sucede exactamente al revés.
En fin, así comienza el último de los 40, veremos qué noticias nos ofrece, y qué reflexiones y reinterpretaciones nos propone: al fin y al cabo todo está –si lo observamos con minucia– más o menos escrito… basta darle forma.
Mas…
Hace más de un año que pienso en este nuevo proyecto. Tiene que ver con dos cosas: en primera instancia, salir del monólogo, donde soy casi siempre mi único personaje, y; en segunda, hacer un tipo de relato en el que pueda contar mi visión del futuro sin mentir, sin hacer una ficción banal, sino partir del presente y hacer algo interesante con las observaciones diarias, que considero una de mis habilidades.
Futuros Históricos mira hacia adelante, a veces con optimismo y otras con mucho pesimismo, así como es la vida, llena de contradicciones en las que lo bueno para unos no siempre es bueno para otros. Ojalá nos ayude a pensar que hay otra forma de vivir el siglo que transitamos.
Las fotos
La portada, un momento de inspiración en Mazatlán, mi nueva residencia. El mar –del futuro y del pasado– es siempre inspirador. Confieso que es de los pocos lugares en los que me puedo quedar horas sin hacer otra cosa que mirarlo, embelesado.
El gráfico, uno de los mejores memes que vi durante la pandemia. Lo tuve muchos meses en mi teléfono, como tratando de pensar dónde estábamos, cuáles de esas películas había visto y reflexionando si había realmente una cronología válida. Todas, me parece, tienen algo de real, aunque unas más que otras. Justo hace poco reflexionaba que los directores de Hollywood se podrían clasificar en dos grupos: “los frustrados del capitalismo”, envidiosos y determinados a generar guerras, para construir la retórica del miedo; y los visionarios futurólogos, que siempre intentan advertirnos –en vano, porque la gente prefiere el morbo que la reflexión– de lo que viene.
Las dos últimas fotos son del Planeta de los Simios, dirigida por Schaffner, pero basada en una historia francesa de Pierre Boulle. En esta última, no aparece la estatua de la Libertad, sino la Torre Eiffel como símbolo final.
Para saber más respecto al libro original, acá un artículo científico (en francés).
PS: En revisión final, me pongo a pensar que uno de los que hace futuros históricos muy interesantes es Houellebecq .