Primer acercamiento
No recuerdo, como niño, haber generado algún imaginario con el Japón. Lo más cercano que tuve antes de los doce fue alguna película de ninjas, o la serie de Goldorak, en la tele de 5 pulgadas –blanco y negro, además– que teníamos en casa. Y sin embargo, en mi edad adulta, ha sido un espacio que siempre me ha sorprendido y emocionado. En particular en términos filosóficos.
Así, cuando residía en Taiwan, mientras mis padres querían pasear por Tailandia, Indonesia o China, yo me puse la firme meta de visitar Japón. Tenía escasos 18 años cuando, trabajando como becario en la oficina de BANCOMEXT que estaba en Taiwan, logré juntar un dinerito y tomar mi avión hacia Narita.
El viaje –ya lo he contado antes, me parece que en Legión Viajera– fue el primero que escribí llevando un diario. El texto anda por ahí en una libreta y en algún momento lo llevé a la computadora, pero solo queda el impreso. Tal vez un día de estos me anime a editarlo y ponerlo en circulación. Pero no me interesa aquí escarbar más en la memoria, pues no es el motivo del texto. A manera de contextualización diré que fue también mi primer viaje a un país en el que no hablaba el idioma y por mi propio pie, sin compañía. Como en otras ocasiones, no medí el peligro, pues de haberlo hecho, tal vez no habría ido.
Solo recuerdo que, a pesar de haber vivido en Taiwan casi un año previamente, Japón me hizo ver otro Asia. Era 1991, los Tigres estaban en apogeo y en Japón había tren bala, despachadores automáticos en todas las estaciones, cerveza en dispensadores en las calles y sin embargo se dormía en tatami y había venados deambulando en Nara, pero eso sí, todo funcionaba. Por supuesto, la historia y la ancestralidad eran algo completamente vivo.
Herencia del medioevo
Visité varios palacios y aprendí que Japón, antes de ser un imperio, había sido como Europa: una serie de estados feudales que guerreaban entre sí. Admiré los trajes de los guerreros y el arte tan fino en sus ropas, textiles y cerámica. Ahí conocí a los Samurai, a través de manequíes ataviados con impresionantes cascos, sables, petos de protección. Y siempre quise saber más.
Más tarde, de vuelta en México vi Ronin, enorme película de acción hollywoodesca que hablaba de estos guerreros sin dueño, que habían perdido a su rey y estaban condenados a convertirse en mercenarios. Era una versión extremadamente ficcionada, pero abría el apetito al conocimiento. Años después leí una biografía de Hirohito, el emperador que fue obligado a abdicar tras la Segunda Guerra Mundial y ponerse prácticamente al servicio de MacArthur. El tema continuaba revoloteando en mí: ¿cómo es que una cultura tan guerrera y milenaria había permitido las bombas nucleares y luego el “apoyo” de Estados Unidos, para después sobrevivir retomando sus viejas tradiciones, manteniendo códigos de ética milenarios que nosotros latinoamericanos jamás logramos construir?
En mis búsquedas logré encontrarme con Taiko – El hábil hombre cara de mono, en la que el autor novela la historia de un personaje real, de origen campesino y pobre que logró no solo ser un guerrero, sino ser el artífice de la unificación del Japón medieval. Un libro de mi tipo favorito: pesado, de más de 400 páginas, histórico.
Dese entonces, cada vez que tengo oportunidad en una biblioteca, busco autores japoneses, de preferencia históricos. Llegué a Bushido, casi de ese modo.
Bushido –El camino del Samurai.
Un día, en uno de estos ciclos cinematográficos de Jim Jarmusch, me encontré con “Ghost Dog – The Way of the Samurai“, con una estupenda actuación del Forrest Whitaker, en la que un cazarecompensas contemporáneo y urbano vive bajo las reglas de Bushido, el código ético de los guerreros japoneses. Meses después cayó en mis manos (virtuales, porque fue un pdf) este documento y me apresté a leerlo. Las notas que siguen provienen de ahí. Fueron tomadas al menos hace un par de años:
El texto es un documento de mucho aprendizaje. En él, el sacrificio por el señor es la meta principal de los guerreros y se enlistan muchas reglas de actuación en la vida:
La suma de las decisiones hacen la vida. (Todo el tiempo estamos construyéndola, si decidimos).
Una decisión importante debe tomarse en siete respiraciones.
La espada siempre desenvainada hace perder amigos, pero no sacarla de vez en cuando hace que se aprovechen de ti.
Se debe escuchar a los demás. A otros, sobre todo a los que no están directamente relacionados, porque ven las cosas desde afuera.
Para regañar: callar, alabar y hacer que la gente tenga sed de aprender
El coraje del Samurai y la compasión del monje. Solo así puede hacer harakiri: tener compasión interna y mostrar valentía.
El éxito mayor de un Samurai es ser consejero de su amo, pero no debe aconsejarlo tanto como regañarlo porque pierde su confianza.
La gente de 50 es más madura y debe medir más sus palabras.
Una larga experiencia hace que llegues a la decisión apropiada.
No aprendas estrategia, aprende prudencia.
El mayor logro de la conversación es no conversar… Es mejor que no habléis más de lo necesario. Y decid cuantas menos palabras mejor y en buen orden. Muy a menudo caéis en desgracia cuando habláis descuidadamente y, por casualidad, reveláis vuestra vergüenza. (93)
Por supuesto, el texto cita temas complejos, muy de la época y otros serían impensables para la época: matar debe aprenderse a los 14-15 años (cortar cabezas); por otro lado, el tema del homosexualismo es permitido y hasta visto como un nivel superior, así como la crítica a la mujer.
Cierro la nota con una analogía que yo, en mi amor por la filosofía Jedi, descubro de dónde viene:
[Cómo reconstruir el clan tras su hundimiento. p.85: ]
«Los samurais deben estar al corriente (informados) de la vía del restablecimiento (restauración del clan). Si la administración es ineficaz y nuestro país debiera pasar a manos de otro clan, debemos reclamarlo para el clan Nabeshima. Llamo a este método “la vía del restablecimiento”».
Ante todo, previamente debéis –esto es, antes de que el clan esté en peligro de ser abolido– hacer que el hijo menor del Señor entre en el sacerdocio. Del mismo modo, cada Samurai deberá hacer que todos sus hijos, excepto el mayor, se conviertan en monjes o granjeros. Así, cuando un nuevo Señor (con sus siervos) sea entregado a nuestro país, cada granjero y cada monje previamente ocultados podrán reunir y combinar esfuerzos para esparcir falsos rumores sobre la injusticia del nuevo Señor. Ello puede dar lugar a la censura pública de varias formas. Y puede forzar al nuevo Señor a ser exiliado del país. Después de que la misma política se repita unas cuantas ocasiones, los curas y los granjeros (disfrazados) pueden demandar al Gobierno del Shogunato y apelar del siguiente modo: «Dado que Hizen –nombre de las tierras del clan Nabeshima– es un país de sucesión hereditaria, el pueblo no se adhiere al nuevo Señor. Es más, echan de menos al Señor anterior».
«Incluso si el Gobierno del Shogunato designara nuevos Señores, éstos no podrían durar mucho». «Existe un hijo del Señor anterior. Este hijo es ahora un sacerdote. Por tanto, si se le ordena que regrese a la vida seglar y se compadezca del país de Hizen, ¡la nación entera estará bien gobernada!». De este modo, el clan sobrevive. Doko, por su parte, se aseguró de que su segundo hijo fuera sacerdote y el tercero, granjero.»
En conclusión
Japón es un país mágico que tiene mucho que enseñar. Su historia es sin duda compleja y criticable –han sido grandes imperialistas con todos sus vecinos– pero sería imposible dejar de reconocer sus valores. Me quedo con el orden, el respeto, la jerarquía, la superioridad moral, el trabajo arduo y el sacrificio como indicadores de una cultura milenaria, a la que bien valdría la pena conocerle más, pero como son tan sabios que prefieren callar, así que te invito a leer para averiguar lo que de ellos podríamos aprender.
Más
Bushido, El Camino del Samurai está disponible aquí para tu lectura, en español. Si te gusta la lectura, no te tomará muchas horas. Es corto.
Taiko, el hábil cara de mono, está disponible en Gandhi, y estoy seguro que no te arrepentirás de tenerlo en tu biblioteca.
La Foto: la de portada (y única de este texto) es de una página en la que se presentan sitios de fotografías de Samurai, por acá
Aquí abajo te comparto el trailer de Ghost Dog, gran película para un domingo palomero. Por supuesto, si la continúas con ciclo de Jim Jarmusch, me invitas!
alvaro
abril 27, 2022 @ 12:48 pm
Mira, mira que en una parte del libro de Sagan , el cerebro de broca, narra la parte donde Einstein en la Ciudad de Berna suiza, se puso a chambear en la oficina de patentes, y si fue por seguir el mony y retomando esa parte que narras en tus tiempos de estudihambre, jeje bueno casi todos la padecimos, a mi a los 18 solo pude subir a un pent house, de la cuidad de Toluca, mi espacio de reflexión fue llevando la admon. de un edificio iconico, con vista panorámica, esos tiempos de formación, ejercen mucha influencia, en lo que será, nuestro destino,
Samuel Morales
abril 27, 2022 @ 1:34 pm
Así es. Aunque dicen que realmente nos formamos entre los cero y los 6 años de edad. Yo siempre fui muy afortunado, disfruté de enormes oportunidades y a veces, créeme, me pregunto si las he sabido aprovechar. A ti que te gusta leer, seguro te gustará Bushido. El link que puse es a un pdf que puedes descargar.